sábado, 26 de mayo de 2012

EXPOSICIÓN: MANUEL GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ

En esta maravillosa exposición hemos podido deleitarnos con la brillantez y el atractivo de la perfecta ejecución de las obras de Manuel Gómez-Moreno. El color, la pueril ostentación de los vistosos detalles y la deplorable tendencia al epigrama entusiasman al ser contemplados. Concibe la pintura de costumbres con magnífica ejecución, los temas de la burguesía de aquellos entonces, la riqueza de la ciudad granadina, se ve en su esplendor realizada con la más minuciosa intención; es posible percibir el ideal del sentimiento estético. La belleza objetiva de la realización de los ricos ropajes de la época ( se puede apreciar con prefecta claridad el tejido con que están hechos los atuendos de los personajes, raso, terciopelo…). Se nos presentan muchos temas, desde los más laboriosos retratos de la época, hasta las situaciones más cotidianas llevadas a cabo en una casa andaluza. Llama la atención su interés por los sucesos históricos de la ciudad en la que vivimos, como plasmar en un enorme lienzo la sublimidad de la “Salida de la familia Boabdil de la Alhambra”, donde todo el cuadro se impregna de ambiente, donde se puede percibir la catástrofe ocurrida y la manera tan humilde y respetuosa con la que la familia de Boabdil abandonan la Alhambra. Todo está lleno de sentimiento: la madre calmando a su hijo, los personajes de detrás lamentándose de lo sucedido y resignándose ante tal situación, los esclavos en el exterior…todo esto denota cómo salieron de la Alhambra. Esta escena está elaborada de la manera más magistral, no cabe más sentimiento, belleza y verdad, retratando el dolor, la nobleza y la altivez de una raza que fue vencida, pero no humillada. Llama la atención la inteligencia con la que ha concebido el fondo de a escena, compuesto de pintorescos detalles del arte decorativo árabe, utilizando recursos muy hábiles de claroscuro , la lámpara con todo su detalle, las rendijas del metal con el que está construido, nos dice muestra claramente la magnificencia de la obra. Este es el cuadro que a mi parecer más me ha impresionado, por la ejecución y por el tema, su grandeza y su verosimilitud. Es fascinante ver cómo trata los tejidos, las joyas, los rostros y el decoro de la sala, cada detalle, cada rincón están dotados de una perfección insólita.
También apreciamos escenas e imágenes con alto contenido religioso, como “San Juan de Dios salvando del incendio a los enfermos del Hospital Real de Granada”. Este cuadro impresiona, no solo ya por sus dimensiones, sino por la perfecta elaboración de la anatomía de los personajes,, adecuando las características idóneas a cada uno de ellos: el santo fuerte, valiente ante tal situación; el enfermo débil, delgado y moribundo; el niño asustado con sus mejillas sonrosadas y alerta al suceso…las escaleras con la típica decoración granadina de vadosas, el humo es magistral, a base de veladuras consigue el efecto deseado, puro y verdadero que el fuego causa al ser avivado. Impresionante el trozo de madera en primer plano, incandescente, humeante en debilidad, dejando atisbos de que está ocurriendo una catástrofe; el claroscuro es perfecto. La piel de los personajes parece respirar, parece que fluye sangre por esas venas, las carnaciones…todo está impregnado de vida.
En la escena del cuadro “Vuelta a una algarada árabe”, se nos conquista ante todo y en primer lugar debido al golpe de vista en unidad, por el arco que refugia a los personajes en su interior, dotado de una gran fuerza en luminosidad, los desperfecto de la pared, de la piedra rota, impresionan. En primer plano y sin tanto protagonismo observamos la fuente a ras de suelo, con sutiles detalles del reflejo de lo que se nos manifiesta delante; a pesar de la situación de la escena, aquí lo que nos conquista es la magnífica elaboración de las columnas de mocárabes, el color y la luz de su interior nos insinúan el aire que corre entre estas figuras, entre esos elementos arquitectónicos. El detalle del decoro, la minuciosidad y la perfección del realismo concebido es sublime.
La tendencia realista de la pintura moderna ha tenido gran influjo en la decadencia del idealismo religioso, un arte que exige más ingenio que talento. El idealismo de la belleza subjetiva. El arte de hacer brotar en nuestras almas al contemplar un misterioso sentimiento, que nos sobrecoge, que nos abruma con su magnificencia y dificultad, todo lo que se nos muestra nos llena de emoción. La pintura es sublime, nos muestra con gran perfección cada detalle, casi mejor que en una fotografía, pues aquí se desvela la Verdad. Sublime es por su dificultad, por su magnificencia, y en algunos casos (como los comentados anteriormente) por su dimensión, que nos invade el corazón y el alma al percibir con tal claridad la escena que estamos viendo. Parece hallarse suspensa la acción de la materia ante impulsos verdaderos que muestran el verdadero concepto de la vida del alma. Una luz misteriosa que alumbra la más trascendental de las realidades; la realidad de la muerte. Aquí se pone en tela de juicio y destaca por encima de todo el perfeccionamiento moral de la humanidad, algo tan banal como ello, se torna en el más puro y humilde de los sentimientos. Me ha gustado mucho esta exposición. Tal vez no va con mis consolidados gustos de ahora mismo, pero valoro de manera inmensa la ejecución y perfección con la que han sido elaborados, a parte de la gran cultura que me ha proporcionado ir a verla. He aprendido muchísimo, me he deleitado y he disfrutado, tanto es así que llevé a unos amigos que no tenían nada que ver con mi facultad e igual que yo o más se han entusiasmado, han aprendido y eso me ha unido aún más a ellos, el culturalizarnos juntos, el poder deleitarnos con semejantes obras, obras que ya apenas abundan en nuestras generaciones, obras de un valor incalculable y no ya por ser una obra de arte, sino por el sentimiento que aúna en ellas, la verdad de la realidad, la sublimidad que subyace en cada una de ellas. Lástima que tampoco se pudieran hacer fotos, aunque es comprensible por el tiempo en el que han sido realizadas y su ya deterioro que podía percibirse en el craquelado de los lienzos. Aun así, tanto me ha gustado que al verla he desarrollado aún más mi memoria fotográfica y todo con tal de no olvidarme de lo maravilloso que he visto y poder remitirlo de la mejor manera posible a aquellas personas queridas mías que no han podido tener ni tendrán el placer de acudir, como mi abuela o mi madre, tan amantes del arte como yo. Cuando algo me gusta o me entra por el ojo, y en este caso, cuando algo me penetra bien en el alma, ya no lo olvido, permanece conmigo hasta el día en que muera.

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